Francisco el verde
Francisco el "antiminero", según la ultraderecha
A propósito de la visita del Papa Francisco I, este vuestro servidor, medio agnóstico / medio pachamamista (panteísta), extiende el artículo que publiqué hace 2 años y medio en el Sumaq Kawsay N°6:
En 2015 el Papa Francisco publicó una encíclica llamada Laudato Si, conocida como Encíclica Verde. A través de ella hace un llamado de atención sobre el daño que estamos causando a nuestro planeta. Critica fuertemente a las malas industrias y el consumo desmedido así como a la postura muy extendida de ver a la naturaleza solo como una fuente de recursos convertibles en dinero y no como algo de lo cual somos parte y que por ende debemos proteger.
Es motivo de alegría -y de esperanza- que el máximo representante de una institución que representa a más del 15% de la población del planeta, se haya pronunciado sobre el tema de la amenaza ambiental global de una manera nada superficial sino más bien tomando el problema desde la raíz. Para muestra, un breve extracto correspondiente al punto 8 de la encíclica:
El Patriarca Bartolomé se ha referido particularmente a la necesidad de que cada uno se arrepienta de sus propias maneras de dañar el planeta, porque, «en la medida en que todos generamos pequeños daños ecológicos», estamos llamados a reconocer «nuestra contribución –pequeña o grande– a la desfiguración y destrucción de la creación».
Sobre este punto él se ha expresado repetidamente de una manera firme y estimulante, invitándonos a reconocer los pecados contra la creación: «Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados». Porque «un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios».
Como vegano y activista de la liberación animal, me complace su mención a San Francisco de Asís en los puntos 10, 11 y 12:
No quiero desarrollar esta encíclica sin acudir a un modelo bello que puede motivarnos. Tomé su nombre como guía y como inspiración en el momento de mi elección como Obispo de Roma. Creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.
Su testimonio nos muestra también que una ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con la esencia de lo humano. Así como sucede cuando nos enamoramos de una persona, cada vez que él miraba el sol, la luna o los más pequeños animales, su reacción era cantar, incorporando en su alabanza a las demás criaturas[...]
Así mismo su oposición a la experimentación en animales (aunque aprobándola bajo ciertos parámetros), en el punto 130:
En la visión filosófica y teológica de la creación que he tratado de proponer, queda claro que la persona humana, con la peculiaridad de su razón y de su ciencia, no es un factor externo que deba ser totalmente excluido. No obstante, si bien el ser humano puede intervenir en vegetales y animales, y hacer uso de ellos cuando es necesario para su vida, el Catecismo enseña que las experimentaciones con animales sólo son legítimas «si se mantienen en límites razonables y contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas». Recuerda con firmeza que el poder humano tiene límites y que «es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas». Todo uso y experimentación «exige un respeto religioso de la integridad de la creación»
Importante también que toque el tema de la priorización y mejora del transporte masivo por encima del individualista automovil, en el punto 153:
La calidad de vida en las ciudades tiene mucho que ver con el transporte, que suele ser causa de grandes sufrimientos para los habitantes. En las ciudades circulan muchos automóviles utilizados por una o dos personas, con lo cual el tránsito se hace complicado, el nivel de contaminación es alto, se consumen cantidades enormes de energía no renovable y se vuelve necesaria la construcción de más autopistas y lugares de estacionamiento que perjudican la trama urbana. Muchos especialistas coinciden en la necesidad de priorizar el transporte público. Pero algunas medidas necesarias difícilmente serán pacíficamente aceptadas por la sociedad sin una mejora sustancial de ese transporte, que en muchas ciudades significa un trato indigno a las personas debido a la aglomeración, a la incomodidad o a la baja frecuencia de los servicios y a la inseguridad.
Así mismo se manifiesta en contra de la inequidad planetaria y menciona el papel jugado por los países desarrollados en la contaminación de los países del sur así como en el cambio climático (punto 51):
La inequidad no afecta sólo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética de las relaciones internacionales. Porque hay una verdadera « deuda ecológica », particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países. Las exportaciones de algunas materias primas para satisfacer los mercados en el Norte industrializado han producido daños locales, como la contaminación con mercurio en la minería del oro o con dióxido de azufre en la del cobre[...]
Coincidiendo con la mayor parte de los puntos tratados en esta encíclica, invito a todos los peruanos a que construyamos juntos otra sociedad, con otros paradigmas y una distinta forma de relacionarnos con nuestro entorno. ¡Vamos todos por el BUEN VIVIR!